lunes, 4 de abril de 2011

Il Concertino



Il concertino.


Ganadora del Encuentro de Teatro Joven 2007. Realizada en Teatro Circular en Enero de 2008 y en Teatro El Galpón en Febrero de 2008

Texto y Dirección
Jimena Márquez


Actrices
María Laura perdomo
Sabrina Speranzza
Norina Torres



IL CONCERTINO


Preludio.

(Lidia prende el tocadiscos. Suena La primavera de Vivaldi)
Lidia: yo adoro a Ludmila.
Luisa: Ludmila nunca nos quiso.
Ludmila: no imagino un día sin Lidia y sin Luisa, aunque a Luisa la quiero considerablemente menos que a Lidia.
Lidia: a Luisa …la quiero.
Luisa: a Lidia…la quiero.
(se superponen los siguientes tres parlamentos. La música sube hasta ensordecer)
Lidia: yo adoro a Ludmila. A Luisa…la quiero.
Ludmila: no imagino un día sin Lidia y sin Luisa, aunque a Luisa la quiero considerablemente menos que a Lidia.
Luisa: Ludmila nunca nos quiso. A Lidia…la quiero.
Ludmila: ¡apaguen el tocadiscos!, (Lidia apaga la música) es nuestro turno, ¡vamos! Nuestra canción.
Lidia: (buscando complicidad en Luisa) prefiero el otoño.
Luisa: no me mires, sabés que prefiero el invierno.
Ludmila: ¡pero la primavera es incomparable! La aprendimos en primero de escuela y la seguiremos cantando hasta nuestra muerte. Vamos.
Lidia: prefiero el otoñ…
Ludmila: (le da un cachetazo) (A luisa) ¿Y vos? ¿Tenés algo que agregar?
Luisa: algún día esto va a cambiar Ludmila.
Ludmila: por ahora, ¡primavera!
(Entonan coralmente La primavera de Vivaldi. Ludmila lo hace posesionada, Lidia y Luisa de mala gana. Se superpone la música de Vivaldi)

Acto primero.

Allegro.

(Lidia detiene la música)
Lidia: ¿qué hora vivimos?
Ludmila: todas Lidia.
Lidia: ya sé, pero ¿en qué hora andamos?
Ludmila: en casi todas Lidia.
Lidia: por favor Ludmila decime ¿qué hora es?
Ludmila: las siete.
Lidia: ¿te conté lo que hice?
Ludmila: ¿a qué hora?
Lidia: más o menos a las cinco.
Ludmila: (aparte) a las cinco.
Luisa: (aparte) a las cinco.
Ludmila. No, Lidia, ¿qué hiciste?
Lidia: lo de Horacio, ¿no te lo conté?
Ludmila: no lo recuerdo Lidia, ¿de qué hablas?
Lidia: no lo tengo demasiado claro, (a Luisa) ¿vos?
Luisa: (al público) yo tengo completamente claro mi lugar en la historia.
Yo, no soy mujer que se niegue a sí misma las obviedades del caso, cualquier caso.
Yo siempre creí que si fuera necesario mentirme, no lo haría.
Yo, Luisa no importa qué en este momento, tengo completamente clara mi incidencia en la vida de Lidia y Ludmila.
(Luisa prende el tocadiscos. Suena La primavera)
Lidia: (apartada de Luisa y Ludmila) Lidia, ¿vos no entendés? ¿Qué es lo que no entendés? ¿Qué es lo difícil Lidia? Por Dios. No sos mujer de ver claramente las cosas, pero esto se cae de la rama, tenés que hablar Lidia./ No, no, no./ Lidia, vos decís siempre la verdad, eso Luisa y Ludmila lo saben perfectamente. Te van a entender./ No, por favor, no les digas./ No hay por qué preocuparse Lidia, tranquila Lidia, ¡tranquila!... ¡tranquila! (enloquece y se toma a golpes)
Ludmila: Luisa, hacé algo, no ves que se descompensó, se descompensó otra vez. (Luisa simula dirigir una orquesta) Nunca te importó nada ¿eh Luisita? Te cagás en todo. Te cagás en ella que te quiere, te cagás en mí, que no te quiero. Te cagás en vos, que te querés demasiado. Demasiado Luisa, demasiado. Tanto que da asco, intenso, insoportable. Luisa, sos realmente insoportable.
(Ludmila detiene la música)
Luisa: Lidia tiene problemas de equilibrio Ludmila, vos lo sabés muy bien, ni yo, ni vos podemos ayudarla con eso. Ella se siente mal por lo que hizo y no va a poder soportar esa culpa mucho tiempo más, y está bien que así sea. Hay que pagar Ludmila. Pagar.
Ludmila: sabés perfectamente que Horacio no la quería. No era justo que Horacio invirtiera su vida en un café con leche con tostadas cada mañana y un coñac a las cinco de la tarde.
Luisa: (aparte) un coñac a las cinco de la tarde.
Lidia: (aparte) un coñac a las cinco de la tarde.
Ludmila: Él merecía otra cosa, sin duda. Horacio no era eso que era para Lidia. Fue muy bueno lo que pasó. Muy bueno. Muy bueno para él. Muy bueno para todos.
(Ludmila prende el tocadiscos. Suena La primavera)
Ludmila: ¡ah! La primavera. ¡Qué felices hemos sido juntas y qué felices seremos hasta que la muerte nos…no, ni siquiera la muerte!
Lidia: Todo fue menos lento de lo que había previsto. Apenas…un instante.
Ludmila: ay, callate un poco Lidia.
Lidia: a mí no me hacés callar.
Ludmila: a mi no me hacés que no te haga callar.
Luisa: ¡a mí no me hacen escuchar esta estupidez! (al público) Se estarán preguntando muchas cosas. Quién es Horacio, qué pasó con él, por qué pasó, quién hizo que pasara lo que pasó con él. Sobre todo eso, quién hizo que pasara lo que pasó con él. De ahí se desprenderá, quién dice la verdad, quién es lo que dice ser, quién aparenta ser lo que no es. Los compadezco. (ríe)
Ludmila: (al público) es considerablemente mejor que no se pregunten nada. No podrán responderlo antes de que sea dado en la escenificación de la historia. Quién miente es lo de menos. Todas decimos la verdad. Puntos de vista. Convencimientos íntimos. No vale la pena tensar, ni esforzar. La verdad llegará, cuando sea dado. No antes.
Lidia: (al público) podrían deducirlo. Imaginarlo./Eso, sólo los llevaría a experimentar una suerte de euforia, cuando la verdad sea develada y coincida plenamente con lo que han imaginado. /¿Y si no?/ desazón. Extremos. /Un riesgo grande: euforia o desazón, ¿sin intermedios, ni matices?/ Si la verdad coincide con vuestra previa deducción, se experimentará, luego de la euforia, cierta decepción. Sentirán que no fueron desafiados, no experimentarán placer, ni emotivo, ni intelectual. No servirá. Si no coincide, luego de la desazón, vendrá la felicidad suprema de lo inesperado. Si lo inesperado es mejor de lo que habían imaginado, habrá valido la pena, /¿pero y si no?/no.
(suena La primavera)
Adagio.
( baja la música)
Lidia: es raro, a nadie le gusta el verano.
Luisa: muy pesado, muy…denso.
Lidia: no, no creo que sea eso.
Luisa: a ver.
(Lidia pone El verano de Vivaldi en volumen muy bajo y va subiendo hasta el monólogo de Lidia)
Ludmila: no estoy de acuerdo, a mí me gusta.
Lidia. sin embargo nunca lo decís.
Ludmila: hay tantas cosas que me gustan y no las digo. Y que no me gustan y las digo. Y que no me gustan y no las digo. Y que me gustan y también las digo. Las cuatro estaciones de Vivaldi, concierto; he ahí su único defecto. Un concierto implica un solista que se destaque entre los demás instrumentos, que tome rumbo propio, digamos, que ejecute una melodía diferencial. Algo que sólo ese músico toque en esa circunstancia y nadie más que él. Será el recordado sin duda alguna, pesará más que le resto. Personalmente, prefiero cierta característica de la forma musical llamada “Concerto grosso”, “Il concertino”, un grupo de solistas, un “grupo” de solistas repito, destacados del resto, del TUTTI, pero un colectivo. Ninguna individualidad, ninguna soledad, ningún egoísmo, ninguna altivez.
Luisa: ya entiendo por donde viene lo que decís.
Ludmila: muy bien Luisita, siempre tan p…perspicaz. Digo, que sin duda la melodía ejecutada por el colectivo es más, rica, saludable, valiosa.
Lidia: bueno, volviendo al tema, a mí también, hay cosas que no me gustan, pero debería decirlas.
Luisa: a ver Lidia.
Lidia: soy Lidia no importa qué en este momento y confieso, tengo la culpa de todo. /Soy Lidia no importa qué en este momento, soy inocente. Lo juro. No podría ni cruzarse por mi mente semejante cosa./ Pude planear eso y podría planear acciones más siniestras. /Soy plenamente incapaz de dañar. Por eso sé que no tiene consistencia amenazar con la venganza. Ni Luisa, ni Ludmila tienen algo que temer./ La venganza será fatal para quien la merezca. /Pero Lidia, si recién confesaste haberlo hecho, yo te escuché./Callate, ¡mosquita muerta! /Pero Lidia/ ¡pero lLidia nada! /Pero…/te callás, Lidia te callás. Es insoportable soportarla. /Insoportable soportarla.
(Ludmila sube el volumen. Suena El verano. Cada una, apartada de las demás, simula dirigir una orquesta. Ludmila detiene abruptamente la música)
Ludmila: Lidia, ¿por qué lo hiciste?
Lidia: ¿por qué hice qué?/ porque estaba harta, porque me había dado cuenta de todo/ no, no les cuentes/ y por cierta cuota considerable de placer./ Todo fue menos lento de lo que había previsto/ ¿y eso qué tiene que ver?
Ludmila: pero Lidia, Horacio no lo merecía.
Lidia: ay Ludmila, ¿me vas a decir a mí? Ya sé que no lo merecía/ por eso quiero descubrir la verdad. Y castigar
Ludmila: ¿Castigar Lidia? ¿A una de nosotras? ¿A tus antiguas amigas de la infancia? ¿A los otros dos tercios de lo que sos?
Lidia: a la más hija de puta entre las dos, me importa poco quién sea. (Aparte) Mucho menos lento. Mucho menos lento.
Ludmila: ¿qué forma de hablar es esa Lidia?
Lidia: no sé de qué hablás.
Luisa: habla de que…de que…de lo que ya sabemos Lidia. Habla de lo que ya sabemos. Basta de darle vueltas al asunto. Cada una sabe la implicancia que tuvo en la vida de Horacio y sobre las demás por consiguiente. Yo…yo no voy a quitarme créditos. Tuve que ver. Sí, tuve que ver, no me miren así. No me interrumpan. Yo lo hice. Y lo hice por…por…bueno, no tengo claro por. Lo importante es que el asunto está develado. Punto. ¿Qué venganza tenés para mí Lidia?
( Luisa sube el volumen de la música. Suena El verano. Baja para dejar hablar a Ludmila)
Ludmila: (al público) Horacio no era un mal hombre. Pero hay que saber cuidarse del Concertino. Siendo amigas desde la infancia y sin habernos separado nunca, hemos generado lentamente, imperceptiblemente, una personalidad global, compleja y completa; imperfectas por separado, cada una no llega ni a mujer, pero entre las tres cubrimos todas nuestras carencias, no quedan flancos débiles. Ejecutamos una melodía colectiva. Si una deja de tocar, ya no se escucha la misma melodía. Ojo. Cada una aporta su “ejecución propia”, digamos, que funciona para el colectivo. Es un atractivo más que considerable. Ese es el fondo del asunto, el problema, si es que lo hay. Il concertino. Horacio era un hombre como cualquier otro. Justamente. Justamente.
Lidia: ¿estás queriendo insinuar que yo no era suficiente para mi marido? Pedazo de una guacha de mierda, /¡Lidia! No hables así. Luisa, no entiendo en qué decís que tuviste que ver. Contestame Luisa/ Contestá atorranta, ¿vos también? / Porque yo ya sabía que Horacio se acostaba con Ludmila, siempre lo supe, desde antes de casarme y está bien, yo entendía/ que ella aceptaba estar arriba, en cuatro, hacer “oralidades”, placeres que yo nunca accedería a darle/ Eso era un pacto, pero Luisa, vos no tenías por qué.
Ludmila: ay, callate un poco Lidia.
Lidia: a mí no me hacés callar.
Ludmila: a mí no me hacés que no te haga callar.
Luisa: a mí no me hacen escuchar esta estupidez. Yo fui la primera en acostarme con Horacio. Y yo lo hice.
Lidia: ¿qué?/ ¿Pero no le alcanzaba con la perra de Ludmila?
Ludmila: yo nunca me acosté con Horacio. Y yo lo hice.
Lidia: ¿eh?/ Yo lo hice.
Ludmila: todo cierra. Las piezas encajan y cobran sentido. Horacio buscaba un hijo de Lidia, por eso no tomabas anticonceptivos, por eso sólo se acostaba contigo a la misma altura del mes todos los meses, idiota.
Lidia: ah.
Luisa: encontraba en mí… placer, nada más complicado que eso. Yo nunca quise compromisos, menos que menos hijos, cualquier hijo de ustedes, sería como mío. Alcanzaría.
Lidia: pero… ¿y vos Ludmila?
Ludmila: pequeño detalle, Horacio era un hombre, no era un perro. Yo le proporcionaba… placer…intelectual. Lecturas, charlas literarias, audiciones de Vivaldi, compartíamos escritos.
Lidia: ¿Horacio escribía?
Ludmila: ay Lidia, ¿dónde estuviste todos estos años? Vamos a hacer de una vez lo que hace rato tendríamos que haber hecho.
(Ludmila cambia la música. Suena El otoño de Vivaldi)
Lidia: ay Ludmila, nunca pensé…
Ludmila: ay, callate un poco Lidia.
Lidia: a mí no me hacés callar.
Ludmila: a mí no me hacés que no te haga callar.
Lidia: a mi no me hacen escuchar esta estupidez.


Allegro.

(Suena El otoño de Vivaldi mientras cargan el cuerpo amortajado de Horacio, con suma dificultad. El traslado del cuerpo es una danza que enfatiza la dificultad de cargarlo. La música se interrumpe para los diálogos)
Lidia: nunca lo pensé de vos Luisa.
Luisa: mirá Lidita querida, me parece mucho menos humillante que yo le dé a tu marido lo que vos asumís que no le das, que que él te subestime de modo tal que ni siquiera te considere digna de leer sus escritos. Agujero tenemos todas, pero cerebro…
(suena El otoño)
Lidia: entonces yo no era suficiente desde ningún punto de vista.
Ludmila: bueno, yo para las tareas de la casa…
Lidia: ¡¡andá a cagar!! Reventada intelectual. /¡Lidia! No es el momento. Sí, sí, perdón.
Ludmila: además con tu problemita…
Lidia: ¿qué problemita enferma del orto? /Tu problemita Lidia, tu problemita. Ah, claro, mi problemita.
(suena El otoño)
(silencio)
Lidia: por lo menos concédanme la dignidad de haberlo matado yo. Denme un lugar de privilegio en su vida.
Luisa: en su muerte, querrás decir. ¿Qué vamos a hacer con él?
Ludmila: descuartizarlo, quemarlo y tirarlo al río, de todas maneras, no tenía contacto con amigos, ni parientes, nadie lo va a reclamar. Vamos. Si quieren cada una puede guardarse un trocito.
Luisa: ¡Ludmila!
(suena El otoño)
Lidia: bueno, pensándolo bien, ustedes no tienen por qué sentirse mejor que yo. Si alguna de ustedes hubiera colmado realmente a Horacio, Horacio no hubiera buscado a otra, a otras.
Luisa: era todo lo que había y Horacio era ambicioso. Desde que nos alquiló la pieza, se le notaba en los ojos, nos quería a todas.
Ludmila: para eso, buscó lo mejor de cada una, lo que faltaba en las otras dos. De todas formas, yo no aspiraba a colmarlo.
Luisa: ah no, yo tampoco.
Lidia: bueno, yo sí, pero…de todas formas/ él a mí tampoco me colmaba. Por eso decidí acabar con su vida.
(suena El otoño)
Lidia: (al público) Yo, Lidia no importa qué en este momento, decidí matarlo. Y así lo hice. Alfredo, el boticario/ a cambio de servicios de limpieza/cedió a venderme un veneno de venta prohibida a público en general. Un veneno, que daría la sensación de que la causa de la muerte fue un paro cardíaco. Y así fue/ A las cinco de la tarde/ ¡cinco y cinco! /Es lo mimo/ hora en la que religiosamente tomamos el coñac, vertí el veneno en la copita destinada a Horacio. Tuve la precaución de hacerle una marca de esmalte,
Ludmila: ¿una marca de esmalte?
Luisa: (aparte) una marca de esmalte.
Lidia: Una marca de esmalte, para no confundirla. / Minutos después de ingerir el primer sorbo/ ¿minutos cuántos? /Eh…no sé exactamente/ Bueno seguí, estúpida. /Cayó redondito. Nosotras no llegamos ni a probar una gota. Y yo ni imaginaba lo de Luisa, ni me importaba lo de Ludmila…/¡mentís!/ Eh…callate /¡no! mentís descaradamente…/silencio, no es el momento.
Ludmila: ¿no es el momento?
Luisa: ¿el momento de qué?
Lidia: el momento de decir que yo hacía el amor con él de todas las maneras que lo quisiera él y lo quisiera yo / yo no eh/ callate, sin negarnos nunca a nada. Después, él me mostraba cómo iban sus escritos. Por cierto, que sí sé que Horacio era un gran escritor. Yo, por mi parte, le leía los míos…¿asombradas? No se confía en las amigas de la infancia, aprenden mucho de una, demasiado. Horacio se encariñó tanto con ustedes…la convivencia…yo las veía tan…tan…frustradas con la vida en general…con los hombres en particular…decidimos hacer un poco de caridad…una obra de buena voluntad: hacerles creer que eran necesarias para él de alguna manera, que un hombre, al menos uno, gustaba al menos de la aparte más destacada de cada una de ustedes. Así todos conviviríamos en completa cordialidad / ¿por qué tuviste que decirlo? Era un secreto, son mis amigas, no quiero herirlas/ ¡me importa un huevo! Es la verdad, no podés quedar siempre como la imbécil lavaplatos de la historia. Por cierto, el favor al boticario no fue un servicio de limpieza.
(suena El otoño)



Acto segundo.

Allegro.

Ludmila: ¿eso será verdad?
Luisa. Puede ser.
Ludmila: y la mosquita muerta, la otra Lidia, digo, ¿lo sabría?
Luisa: saberlo lo sabía, no sé si participaba del asunto.
Ludmila: es Lidia de todas formas, ¿no?
Luisa: y sí.
Ludmila: Luisa…¿nunca leíste sus escritos?
Luisa: (asiente) también los leíamos después de hacer el amor. Yo también escribo. Y me gusta Vivaldi. Y me encanta El invierno.
Ludmila: lo siento. Ahora hay otoño. De contra nomás. (Simula dirigir una orquesta)
(entra sutilmente El otoño y va subiendo hasta el monólogo de Ludmila.)
Ludmila. También yo lo hacía antes de leerlos. Y también escribo.
Luisa: ¿por qué mentiste?
Ludmila: por Lidia, no quería que se sintiera insignificante desde todo punto de vista.
Luisa: fuiste dura igual, agujero tenemos todas, pero cerebro…
Ludmila: ya vez que lo tiene
Luisa: atrofiado.
Ludmila: un detalle.
Luisa: Ludmila…yo pacté con Horacio exactamente lo mismo que Lidia.
Ludmila: me imaginé, porque yo también. ¿Por qué lo mataste?
Luisa: ¿qué? ¿me creés?
Ludmila: te ví.
(se detiene la música)
Luisa: ¿me viste? podrías haberlo dicho antes y terminábamos con todo.
Ludmila: (al público) yo, Ludmila no importa qué en este momento, la ví entrar a las cinco menos cinco a la cocina, con un diminuto frasquito que contenía un líquido negro. Lo vertió en una copita, la de la punta izquierda de una fila de cuatro copitas
Luisa: sí, la de la punta izquierda.
Lidia: ¿la punta izquierda?
Ludmila: Salió fríamente, como si ese siguiera siendo el coñac de siempre. ( a Luisa) Qué frialdad querida, impresionante, pero no sorprendente, siempre fuiste la misma maquiavélica. ¿También te acostaste con el boticario?
(suena El otoño)
Luisa: claro Ludmila…hace años que me acuesto con Alfredo.
Ludmila. ¿Qué? ¿Qué acabás de decir?
Luisa. No me digas qué…
Ludmila: ¡Lidia! ¡Lidia! Vení ya, para acá.
Lidia: ¿qué mierda querés?
Ludmila: ¿hace cuánto que te acostás con Alfredo?
Lidia: años. ¿y vos?
Ludmila: años.
(suena El Otoño. Simulan dirigir cada una orquesta de idéntica manera)


Adagio.

Entre las tres: una vida/ una/ una/ tres.
Tres vidas/ tres/tres/ una.
La salida de la norma de una implica la salida de las otras dos/
No hay ruptura de norma por lo tanto/
Un complejo complejo/ indiferencias/ in- diferencias/ la falta de diferencias/
Una personalidad común/ la falta absoluta de personalidad/
Tres sendas transitadas por tres/ tres tristes tigres/ tigras/ tristes/ tres/
Cada tercio del todo triplica la acción/ y entonces la acción desparece/
La culpa también desaparece/ todas para una /y una para todas (ríen)
(danza con consigna “triplicado” con la música de El invierno de Vivaldi, la música baja sutilmente y cede paso al diálogo)
Luisa: tu acción no vale Lidia, porque yo también la realicé.
Lidia: ¿también echaste veneno?
Luisa: también.
Lidia: quise tener por una vez la diferencia, el privilegio de ser la única. Por eso decidí matarlo verdaderamente. Para haber hecho en la vida de Horacio/ en la muerte estúpida/ en la muerte, algo, que nadie más hubiera hecho/ y hasta en eso me cagaron/ Esto es terrible Luisa.
Luisa: tu acción no vale Lidia, porque yo también la realicé.
Ludmila: tu acción no vale Luisa, porque yo también la realicé. Entre las cinco menos cinco y las cinco y cinco, a las cinco. Idéntico frasco, idéntico veneno, la copita del extremo derecho de la fila de cuatro.
Luisa: el extremo derecho.
Lidia: ¿el extremo derecho?
Ludmila: Yo lo maté.
Lidia: yo lo maté.
Luisa: yo lo maté.
Ludmila: la acción queda totalmente invalidada.
(suena El invierno, permanece por debajo de la conversación muy sutilmente)
Lidia: sí, pero Horacio está muerto.
Ludmila: ¿y quién lo sabe?
Luisa: Alfredo.
Lidia: ¿se lo dijiste?
Luisa: sí, y ustedes también, a esta altura se presupone.
Las tres: (a la vez y con idénticos movimientos) yo creía que lo de Alfredo me diferenciaba del resto. Me hacía… única. Era un secreto absoluto, justamente, para que no fueran a hacerlo atrás mío. Y ni siquiera así pude lograrlo. A veces…tengo la sensación… de que nunca viví.
Ludmila: ¡ay por favor! No empecemos con el melodrama, nadie lo buscó, las cosas se dieron así. Las mejores amigas de la infancia. Escuela, secundaria, novios compartidos, cumpleaños compartidos, vacaciones compartidas, emancipación paternal compartida, convivencia en la adultez temprana y claro, ¿qué esperaban? Horacio, Alfredo y quien quiera que sea.
Lidia: ¿no hay manera de salirse?
Ludmila: mirá Lidita, por si no te queda claro, yo voy a reproducir cada paso que dé una de ustedes de acá al fin de los días.
Luisa: ¿y si alguna de nosotras no reprodujera los tuyos?
Lidia: (asustada) eso es imposible, nos nacen las mismas ideas, ya no producimos nada individual, planeamos los mismos mecanismos, ejecutamos un sistema complementario que funciona solo, hace mucho tiempo.
(silencio)
Las tres: hay que matar a Alfredo. ¿Les parece? ¡Claro que nos parece! Mañana lo hacemos.
(suena El invierno)
Allegro.

Ludmila: a todo esto, son las siete y media, y no hemos tomado el coñac de las cinco.
Lidia: ¿y te parece que estamos como para tomar coñac?
Ludmila: hay rituales que no deben abandonarse.
Luisa: ¿cómo cuáles Ludmila? ¿Pedirle a nuestros padres que nos compren la misma blusa que a vos, aunque en otro tono? ¿Negarnos a merendar hasta que nos dejen merendar siempre juntas? ¿Hacernos el mismo vestido de quince? ¿Rogarle al chico que nos gusta que bese a nuestras amigas? ¿Rogarle al chico que le gusta a nuestra amiga que nos bese? ¿Leer obligatoriamente los libros que hayan leído las otras? ¿Etc.? ¿Etc.?
Ludmila: no me digan que no lo hacían con entusiasmo, que no les divertía.
Luisa: sí, pero todo tiene un límite.
Ludmila: ¿y cuál es?
Luisa: este.
Ludmila: no lo veo.
Luisa: este es nuestro último coñac. Mañana terminamos con Alfredo y nos separamos para siempre.
(alternan histéricamente los comienzos de El invierno y La primavera)
Ludmila: no van a poder.
Lidia: sí, vamos a poder, esto no se sostiene más.
(Ludmila le pega una cachetada a Lidia)
Ludmila: no van a poder.
(Lidia le pega una cachetada a Ludmila)
(silencio)
Luisa: vamos Ludmila, el último coñac.
(se sientan a tomar el coñac. Levantan las copitas para brindar. Una queda en la mesa)
Luisa: brindo, por el sano fin de una larga y profunda amistad.
Lidia: por el sano fin de Horacio y el futuro sano fin de Alfredo/ ¡ay Lidia!/
Ludmila: por el imposible fin de nuestro natural y perfecto concertino.
Luisa: pero Ludmila, por favor…
Lidia: ¡es su brindis! Respetalo.
Ludmila: ¡cantemos La primavera!
Luisa: no.
Ludmila: sí.
Luisa y Lidia: ¡no!
Ludmila: por última vez, como…un regalo de despedida.
(entonan La primavera. Lidia y Luisa sin ganas. Ludmila con gran entusiasmo)
Ludmila: salud.
(acercan las copas a la boca)
Luisa: (señalando la copa de Ludmila) ¡cuidado!
Lidia: tiene la marca de esmalte.
Ludmila: gracias. Estuvo cerca.
(mientras Ludmila cambia la copa Luisa y Lidia beben, una la copita de la punta izquierda, otra la de la punta derecha y en instantes caen muertas. Suena El invierno.)
Ludmila: (respirando hondo) ¡qué suerte tuviste Alfredo!No me va el rol de solista. Es demasiada…responsabilidad. Hay cosas que nunca cambian. Por il concertino. Salud. (vuelve a cambiar la copita y bebe de la que tiene la maraca de esmalte. Cae muerta. Suena La primavera)

(APAGÓN)

1 comentario:

  1. que lindos recuerdos Marquez !! que obrun !!! que personajes !!! mi Lidia querida !! terrible personaje ...un placer ..

    Besotes gigantes !!! Nori

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