lunes, 4 de abril de 2011

Cajas Chinas

Cajas Chinas.    


Ganadora del concurso "A escena" organizado por el MEC. Nominada al Florencio a Mejor texto de autor nacional. La autora obtiene el Florencio Revelación 2009. Estrenada en El Galpón en enero de 2009.

Texto y Dirección
Jimena Márquez

Asistencia de dirección
Marcela Aravena


Actúan
Cecilia Sánchez
Angie Oña
Nelson González
Victoria Burghi
Andrés Alba
Lucía Hamawii
María Laura Perdomo
Dahiana Méndez
Sabrina Speranzza



CAJAS CHINAS

Escena 1
(Alicia y Pedro ríen a carcajadas. Alicia cuenta un chiste y Pedro lo festeja exageradamente. En secuencia fotográfica se deja ver la relación divertida que tienen.)

Escena 2
(Alicia  borracha en una mesa de bar)
P: (entra llorando) Alicia. ¿Otra vez? Esto no puede ser. Habías prometido que no ibas a pisar nunca más un bar.
A: pero mi amor, es una escapadita nomás. Ya me estaba yendo.
P: ¿con el vaso lleno?
A: bueno, en un ratito.
P: no puedo tolerarlo más. Estamos en la ruina y vos, te gastás el sueldo en el bar. Te espero con la casa limpia, se me enfría la cena. Me preocupo Alicia, me preocupo. Pienso que te pasó algo. Estoy harto de esto. De tus promesas, de tus mentiras. Ni siquiera hijos me querés dar. Con esos pensamientos modernos de que no vale la pena, de que la vida de uno es de uno…(se superpone Alicia) y que además es una y que el mundo está como está porque la gente sigue pariendo impunemente y nadie le pregunta al niño si quiere venir o no al mundo (Alicia seria y con entusiasmo, Pedro burlón) (la acomoda y la arrastra fuera del bar)
A: tomate una conmigo mi amor, compartí mis momentos, dejá las cosas de la casa para mañana.
P: estás enferma Alicia, no lo podés controlar. Por  lo menos, si hubiera hijos no me sentiría tan solo de madrugada
A: no estoy enferma porque tomo cuando quiero y cuando quiero me voy y si quiero no tomo
P: sí, pero eso no pasa nunca Alicia. Cuando dormís nomás.
A: no seas malo mi amor
(Julia pasa y  Pedro la mira encandilado. Pedro suelta a  Alicia y queda congelado mirando a julia que pasa)
A: (al caer) ¡llegamos! ¿Cambiaste el colchón mi amor? Ya no vienen como antes. Quiero un somier
P: (percatándose) no, perdón, pesás mucho, tuve que descansar un poco, se me vencieron los brazos. Tanto encerar, lavar los pisos, me tiene mal, la ciática, el reuma, la gastritis, estoy menopáucico, dale Alicia caminá, no seas mala, no puedo con todo. (salen)

Escena 3
(en la feria)
(Pedro y Julia están de espaladas haciendo sus compras. Se presienten. Giran lentamente. Se sugiere amor  a primera vista )
P: ¿frutas?
J: frutas
P: ¿verduras?
J: verduras
P: (creciendo en entusiasmo) ¡¡¿mayonesa light, brotes de soja, yogur dietético, harina integral?!!
J: mayonesa…sí, todo eso.
(suspiran al unísono)
P:¿para tomar?
J: agua, mineral, sin gas. Detesto el  azúcar y el alcohol. Ya que ambos obstruyen la sangre,  la cristalizan, generan exceso de grasa en el organismo. El azúcar por ser azúcar y el alcohol por transformarse en azúcar luego de ser procesado por el organismo, que lo sufre y lo reprocha.
P: agua mineral…sin gas.
(suspiran enamorados)
P y J: bueno…me voy yendo…ah…qué pena…yo quería preguntarte… si siempre venís a hacer las compras acá y cómo te llamás.
P y J: (a la vez) Julia- Pedro….¿cómo perdón? Julia- Pedro. Ah Julia- Pedro.
P: ¿tenés…?
J: ¿novio? No. Casa sí. Niños no. Ganas sí. Almuerzo pronto, no, pero en 15 minutos lo preparo. Mientras tomamos un jugo. ¿Si juego a la conga?, sí. ¿Por plata? No. ¿Si podés venir a casa? ¿Ahora?...bueno, cómo no. Faltaba más, no,.. no te sientas mal por pedírmelo. ¡¡Dale veníte!!
P: en un rato…anotame acá...tengo que…
J: ¿dar explicaciones? ¿A tus padres? ¿Pero para qué? Si esto no implica ningún compromiso no significa absolutamente nada, que vengas a almorzar a mi casa no indica en modo alguno que se  esté gestando algo entre los dos…no, por favor, faltaba más…te amo. Te espero. Se enfría.

Escena 4
(casa de Alicia y Pedro)
A: estoy arrepentida, no sé cómo mirarte, qué decirte. No puedo controlarlo Pedro…te juro que lo voy a intentar de nuevo, creéme, esta vez  es de verdad…
P: me voy Alicia
A: ¿para siempre?
P: bueno, un rato
A: ¿a dónde?
P: eh….al bar.
A: ¿al bar?
P: al bar
A: ¿al bar?
P: al bar.
A: voy contigo. Por fin te dignaste a acompañarme. Un poco de pelusa no le viene mal a esta casa, da asco de lo brillante que está, a ver si te me desordenás un poco mi amor, vamos.
P: quiero que te quedes, que invirtamos los roles, (desordena todo) quiero volver borracho sin decirte la hora y que la casa esté limpia y la comida lista y fría. Y vomitar, ¡¡quiero vomitar!! Y que lo limpies vos!! (sale)( Alicia atónita empieza a barrer compulsivamente).

Escena 5
(en casa de Julia).
P: hola.
J: ratón sin cola jeje
P: (no muy conforme) jeje
J: ¿Conga?
P: ¿por unas moneditas?
J: noooo
(Juegan y no hablan. Cada vez que Pedro intenta decir algo Julia lo hace callar)
P: ¿te puedo besar?
J: ¿besar? No, no, no.
P: ¿por qué?
J: por que está mal, porque no estamos casados, por que me… no, porque no.
P: epa, me parece demasiado. (La besa. Intenta tocarla)
J: no, casémonos tengamos hijos, muchos y sentémonos a mirar cómo crecen, para…
P: para arriba mientras nosotros crecemos para el costado.
J: dale que ya te estás por ir (en relación a la conga)
P: sí ya me estoy por ir,
J: ¿ya?
P: ya
J: Quedate  a pasar la tarde
(simultáneamente, en su casa, Alicia barre, limpia, se harta, mira el reloj, llora y sale. Pedro y Julia, miran tv, leen chimentos, juegan cartas, se sientan suspiran se aburren se aburren se aburren se aburren.)
P: te voy acotar un chiste (cuenta el primer chiste de la obra)
J: no lo entendí (silencio) ¿ la pasás bien conmigo?
P: bomba.
Pedro, Julia y Alicia: bueno…
(cuando Pedro entra a su casa Alicia acaba de salir se cruza con Julia que llora y que perseguía a Pedro. Chocan.)
A: ¿por que llorás?
J: mal de amores
A: vení , acompañame a tomar un remedio
(Se van al bar. Pedro las ve)

Escena 6
(en el bar)
A: dos grapas con limón
( Alicia toma de una y Julia se atora. Brindan)
J: ¿tu nombre?
A: Alicia.
J: yo soy Julia, y tengo un problema, soy aburrida, aburrida, aburrida.
A: yo soy Alicia y tengo un problema, soy divertida, divertida, divertida.
A: odio quedarme adentro de mi casa, las cosas de la casa, la rutina, la vida que todos esperan que lleve
J:   me encanta estar adentro de mi casa, las cosas de la casa, la rutina, la vida que todos esperan que lleve.
J: ¡hijos qué divino!
A; hijos, puaj. Nena, sos ideal para mi marido.
J: ¿qué decís Alicia? ¿Cómo se te ocurre?
(ríen ya en pedo)
(Pedro, que las espiaba es visto por Alicia).
A: ¡Pedro!
 (Pedro intenta huir)
A: ¡Pedro!
J: ¡Pedro!
A  y J: ¿Se conocen?
P: sí, sí, nos conocemos.
J: ¿de dónde?
P: de la vida
A: Pedro, ¿vos no ibas a emborracharte al bar?
P: (haciéndose el borracho) sí, sí efectivamente acá me ves.
J: Pedro, me dijiste que no  tomabas
P: (sobrio ) vos también (ebrio) vos también
P y J: me engañaste, me mentiste, me dijiste que nunca bebías y ahora bebiste.
P: te engañé te mentí, te dije que me divertía y me recontra aburrí.
A: pero… ¿dónde, cuándo, cómo?
J: en mi casa, hoy temprano, así (reproducen las posturas de aburrimiento que hayan hecho antes)
A: un minuto antes
(P la toca y J se horroriza)
A: uno antes
(se besan)
A: ah, los pesqué.
P  y J: uh, qué boludos.
J: no entiendo, ¿le molesta que su hijo tenga novia? Mire que yo soy limpita y de buena familia
A: sí, yo también soy limpita, pero se ve que estoy en la lona. No es mi hijo, es mi marido.
P: intenté decírtelo.
J: No. No intentaste.
P: Sí, intente cuando te pregunté “¿Frutas?” Iba  a decirte…
A: no estás borracho Pedro
P: son los nervios.
A: justo que habías empezado a gustarme de nuevo. Embustero, con una jovencita. Rubia, y bien boba. Adiós (sale)
J: ¡embustero! con una borracha (lo dice muy borracha) adios (sale) ( P queda solo en el medio. Se sienta y se emborracha.)
P: (borracho) justo hoy, inoportunas. La noche es el estreno de mi obra. Gallego. ¡¡23hs en el teatro de acá a la vuelta!!
J: (con ilusión) ¿actor?
A: (con desprecio) director
 (anotan la dirección en secreto y salen. Ingresan al teatro y se sientan adelante en la platea)

Escena 7
( Pedro aparece colocando los muebles para “Cenemos”.)
Pedro: disculpen la demora. En un segundito comenzamos. Gracias por haber venido. Estamos muy nerviosos.

Cenemos.
(semi penumbra)

Escena 1.

(Interior. Casa de Hombre y Mujer.  Hombre baila al son de la música que suena. Mujer lo mira con desagrado. Mujer baila. Hombre se detiene. Mujer se detiene. Hombre baila)
M:   He aquí el motivo de nuestra inminente separación. Tú te empeñas en hacer y decir todo lo contrario  a lo que yo.
H: ¿yo? ¿Qué lo a contrario lo todo decir y hacer en empeñas te tú?
M: ¿lo ves?
H: no.
M: ahí lo tienes de nuevo, ¿lo ves?
H: no.
M: he aquí el motivo de nuestra inminente separación. Tú te empeñas en hacer que caigamos siempre en diálogos sin salida.
H: ¿cómo?
M: he aquí el motivo de nuestra inminente separación. Tú te empeñas en hacer que caigamos siempre en diálogos sin salida.
H: ¿cómo?
M: si tú quieres come.
H: ¿cómo “come”?
M: ¿cómo come quién?
H: oh, no lo sé.
M: he aquí el único y verdadero motivo de nuestra inminente separación. Tú nunca sabes nada. Tú no te ocupas de las cosas de la casa. Tú no tienes en cuenta mis necesidades. Yo siempre soñé con un niño. Un niño corriendo por esta casa.
H: ¿uno?...bueno, matemos a uno de los gemelos.
M: no, no, no, cruel, sanguinario, ¡asesino en serie!
H: ¿en serie? Pero si sólo sugerí matar a uno.
M: son gemelos. El otro moriría también. Eres el peor hombre del mundo.
H: mujer, ¿por qué te pones así? Nosotros no tenemos hijos, ni gemelos.
M: mmmm…lo sospechaba.
H: el verdadero motivo de nuestra inminente separación es que ya no nos amamos.
M: habla por ti.
H: ya no te amo.
M: ni yo a ti.
H: ¿lo ves? Ese es el verdadero motivo de nuestra inminente separación.
M: que ya no nos amamos.
H: habla por ti.
M: ya no te amo.
H: ni yo a ti.
M: ¿lo ves?
H: he aquí el único y verdadero motivo de nuestra inminente separación. Tú nunca sabes nada. Tú no te ocupas de las cosas de la casa. Tú no tienes en cuenta mis necesidades. Yo siempre soñé con un niño. Un niño corriendo por esta casa.
H y M: ¡ay! ¡somos el uno para el otro!

Escena 2.

M: sabía que tenías otra. Lo sabía. Siempre lo supe. Y nunca te atreviste a decírmelo. Cobarde. Sucio. Tenías otra. ¡quítate esa¡ (H se saca la camisa, M le pone una limpia)
Sucio.
H: tú tienes otra.
M: ¿insinúas que te engaño con una mujer?
H: sí.
M: (aparte) fiu, creí que había descubierto la pollera.
H: he hallado una pollera en la casa. Eso significa que tienes contacto con el exterior. Y se trata de una mujer, puesto que te ha regalado una pollera.
M: a ti te han regalado una camisa. Sin embargo, no diría yo que me engañas con un hombre, sino con una mujer…masculina.
(suena el timbre)
H y M: ¡debe ser ella!
H y M: ¿la invitas a casa?
H y M: sí.
H y M: ¿por vez primera?
H y M: sí.
M: iré yo, puesto que soy mujer y seguramente ella…sea mujer.
(entra un hombre)
M: querido, te presento a mi mujer.
H: esa es mi mujer.
(H y M luchan)
3: ¡un momento! Yo no soy una mujer.
H y M: ah.. ella no es una mujer.
3: yo no soy ella, ella eres tú.
M: ¿yo? ¿yo? ¡yo no! No ¿yo?...ah, sí, sí.
H: no estoy tan seguro ahora de que seas una  mujer.
3: deberías estarlo, porque de otro modo, la mujer serías tú.
H: ¿yo? Oh no…¿y por qué tú no eres la mujer?
3: porque hace un rato dije que no lo era.
H: pues yo tampoco lo soy.
3: debemos esperar un rato para eso sea cierto.
(silencio)
3: ya es cierto, o sea que ella debe ser la mujer.
H y 3: ¿eres tú la mujer?
M: ¿de cuál de los dos?
H y 3: la mía.
M: pues, sí.
H y 3: ¿a quién respondes?
M: al primero que admita que es una mujer.
H y 3: ¡yo lo soy!
M: ¡impostoras! Fuera de mi casa.
H: (saliendo) un momento, esta es mi casa también. Yo soy tu marido.
M: ¡Mi amor!.
(se abrazan)
M: nunca pensé que mi marido fuera una mujer.
(advierten la presencia de 3. Se abrazan atemorizados)
H y M: pero entonces…¿usted quién es?
3: calma. Soy la vecina de enfrente.
H: oh! Calma, qué bonito nombre. De tener una hija se llamaría Calma.
M: ya tenemos una hija.
H: mmm…lo sospechaba. ¿cómo se llama?
M: Calma, cuando sea el momento te lo diré.
(silencio)
M: es el momento: se llama Calma. (a 3) Calma…
3: no estoy nerviosa.
M: yo no he insinuado semejante cosa.
3: me ha dicho calma.
M: ese es tu nombre.
3: ¿ese es mi nombre?
M: pues, sí.
3: ¡mamá!
M: ¡hija!
(se abrazan y lloran)
H: ¡cenemos!

Escena 3
(sentados a la mesa)
H: no recuerdo haber tenido ninguna hija.
M: querido, es que los hombres no tienen hijas, son las  mujeres quienes las tienen. Los hombres tienen hijos.
3: no es esencialmente correcto. Las mujeres tienen tanto hijas como hijos.
H: promiscuas.
M: si las mujeres tiene tantos hijos como hijas, entonces…¡se nos ha perdido un hijo!
(lo buscan desesperados)
M: (a H) ¿no serás tú mi hijo y te haces pasar por  mi marido?
H: maldición mujer…lo has descubierto todo.
M: ¡hijo mío!
(se abrazan y lloran, mientras que 3 intenta huir del lugar)
M: Calma, ¿a dónde vas?
3: yo quería ser hija única.
H: lo eres, yo soy el hijo, la única hija eres tú.
3: es lo mismo, no quería hermanos, ni hermanas.
M: bien, Calma, tú serás mi marido y él nuestro hijo. Cenemos.

Escena 4.

H: no me gusta la comida.
3: deberás comerla de todos modos. Los hijos deben aceptar todo de sus padres, sin quejas.
H: pues entonces quiero ser padre otra vez.
M: hijo mío ¿acaso somos abuelos y no lo sabemos?
H: no, no, no, no, no, quiero ser padre ahora, en esta cena.
( intercambian lugares)
H: no me gusta la comida.
M: oh mi amor, ya te preparo otra cosa (saliendo)
H: ¡un momento!
(quedan congelados)
H: gracias, continúa.
(M le trae otra comida)
H: no me gusta la comida.
M: quiero ser padre.
(intercambian lugares)
M: ¡me encanta la comida! Cenemos.
3: tú no has sido hija aún.
M: pero…¿cómo puedes insinuar semejante falacia? Yo no sería hoy mujer si alguna vez no hubiera sido hija.
3: pero…ahora tú eres el padre…
H: sí, yo soy el hijo.
3: ¡soy el espíritu santo!
H y M: ¡santo Dios!
3:  bueno bueno, no tanto, soy sólo una parte de Dios, más precisamente la tercera.
H: la tercera parte…no es tanto, cenemos.

Escena 5.

M: es absolutamente imposible que cenemos en este preciso momento.
H: ¿por qué?
M: son las 11 de la mañana.
3: ¿cómo lo sabe?
M: lo indican las manecillas del reloj.
H: pero las manecillas del reloj indican la misma hora dos veces en 24 horas. Una vez son las 11 de la mañana y otra las 11 de la noche. Deberíamos comprar un reloj de números electrónicos.
M: estamos en 1920. Y hay sol.
(silencio)
C: es que hoy es noche de eclipse. Soy la vecina de enfrente y he venido a preguntar si no tendrían ustedes una radiografía  a fin de observar el eclipse sin dañarme los ojos.
(H y M se abrazan aterrorizados)
H: esta mañana hemos mirado el eclipse sin proteger nuestros ojos.
M: (cerrando los ojos) ¡estoy ciega!
H: (cerrando los ojos) ¡estoy ciego!
M: Calma!
H: ¿cómo pretendes calma en este momento?
M: vecina! vecina! alcánceme la placa que guardo en el baúl!
(3 le alcanza la placa. M la coloca delante de su rostro y abre los ojos)
M: gracias, he recuperado la visión. Cenemos.

Escena 6.

(M mira  a través de la radriografía)

M: Calma, ¿te sientes bien?
3: sí, ¿por qué?
M: te veo verde. Amor, ¡Calma está verde!.
H: quítate la placa y se sanará.
M: ¡querido! Ha sanado. La ceguera te ha dado a cambio sabiduría curativa.
3: míralo a través de la placa, tal vez su ceguera se cure.
M: (a través de la placa) abre los ojos amor, ábrelos.
H: (abriendo los ojos) ¡he recuperado la visión! Qué fea eres mamá.
M: no soy tu  madre, soy tu mujer.
H: ni muerto.
M: pues te dejaré ciego otra vez. Mira el eclipse, míralo.
3: se ha ido. Soy la vecina de enfrente y he venido a informarles que el eclipse se ha ido.
M: lástima. Pase. Cenemos.
3: no me de órdenes.
M: oh! Disculpe, ¿le apetecería cenar esta noche con nosotros?
3: en el correr del día lo resolveré. Son recién las 11 a.m. soy la vecina de enfrente y  he venido a invitarlos a cenar.
(tensión)
H: oh!...verá…definitivamente no es contra usted, es que no hemos salido de casa en 150 años. El miedo, la costumbre…
3: oh! No, yo pensaba invitarlos a cenar aquí, en su propia casa.
M: a qué bien, debemos esperar la hora de la cena.
(silencio y espera)
3: eh…soy la vecina de enfrente y he venido a  proponer que se cene ahora. He traído comida china.
H: oh no! No, no, comida china no, no, no la entenderé.
M: está bien, tranquilo, cenaremos a la hora de la cena, y mientras tanto, aprovecharemos el día enseñándote chino. Esto que ha traído la vecina es aloz, repite conmigo: a-loz.
H: he comprendido. Cenemos.
M: silencio! Aún restan las conjugaciones verbales y participios.
(3 intenta huir silenciosamente)
M: ¿a dónde cree que va?
C: chi mi fan do chi ni fi muguno.
M: chi mi no niu chi midi to muguno, no.
(lucha de artes marciales)
H: ¡se conocían de antes!
M: eso que importa, tú y yo también nos conocemos de antes.
H: yo te encontraba cara conocida.
3: los tres fuimos compañeros…en la universidad.
H: los compañeros de universidad deberían limitarse a llegar tan solo a la puerta de la universidad. Los compañeros de universidad sirven solo para que las compañeras de universidad les sonrían y les pidan libros prestados. Los compañeros de universidad reducen el resto de su vida a reclamar libros prestados a las compañeras de universidad, mientras siguen su culo bamboleante cuando ellas se alejan, acelerado el paso, por los pasillos de la universidad. Los pasillos de la universidad, deberían tener trampas ocultas, previstas para hacer caer a las compañeras de universidad y las compañeras de universidad deberían no tener compañeros de universidad, porque los compañeros de universidad, sólo concurren a la universidad para acostarse con las compañeras de la universidad y suelen tener cría, contra su voluntad, con sus compañeras de universidad y suelen además parir niños que preñarán más tarde compañeras de universidad. (a M) ¿y a ti cuántos libros te han prestado ya? ¡Puta!
M: soy yo mi amor.
H: ¿qué dice madre? Incestuosa.
M: oh no, me arrancaré los ojos.
H: conseguiré una radiografía para sanarte, madre.
M: el hombre que amo es mi propio hijo.
H: haré de cuenta que soy tu marido.
M: listo, gracias. Cenemos.
(suena el timbre)
H y M: debe ser ella…
V: no, yo ya estoy aquí.
H y M: ¡ah! Debe ser la compañía de teatro a domicilio. Quedamos en que no la contrataríamos…lo hice en secreto…para darte una sorpresa.
V: ¿y qué obra andan representando?
H: Il concertino.
V: no la conozco.
M: quédate a verla.
(entran las actrices, los actores de Cenemos se sientan en el suelo delante de la platea. las actrices usan el comedor de Cenemos. Semipenumbra.)

Il concertino.

Preludio.

(Lidia prende el tocadiscos. Suena La primavera de Vivaldi)
Lidia: yo adoro a Ludmila.
Luisa: Ludmila nunca nos quiso.
Ludmila: no imagino un día sin Lidia y sin Luisa,  aunque a Luisa la quiero considerablemente menos que a Lidia.
Lidia: a Luisa …la quiero.
Luisa: a Lidia…la quiero.
(se superponen los siguientes tres parlamentos. La música sube hasta ensordecer)
Lidia: yo adoro a Ludmila. A Luisa…la quiero.
Ludmila: no imagino un día sin Lidia y sin Luisa, aunque a Luisa la quiero considerablemente menos que a Lidia.
Luisa: Ludmila nunca nos quiso. A Lidia…la quiero.
Ludmila: ¡apaguen el tocadiscos!, (Lidia apaga la música) es nuestro turno, ¡vamos! Nuestra canción.
Lidia: (buscando complicidad en Luisa) prefiero el otoño.
Luisa: no me mires, sabés que prefiero el invierno.
Ludmila: ¡pero la primavera es incomparable! La aprendimos en primero de escuela y la seguiremos cantando hasta nuestra muerte. Vamos.
Lidia: prefiero el otoñ…
Ludmila: (le da un cachetazo) (A  luisa) ¿Y vos? ¿Tenés algo que agregar?
Luisa: algún día esto va a cambiar Ludmila.
Ludmila: por ahora, ¡primavera!
(Entonan coralmente La primavera de Vivaldi. Ludmila lo hace posesionada, Lidia y Luisa de mala gana. Se superpone la música de Vivaldi)

Acto primero.

Allegro.

(Lidia detiene la música)
Lidia: ¿qué hora vivimos?
Ludmila: todas Lidia.
Lidia: ya sé, pero ¿en qué hora andamos?
Ludmila: en casi todas Lidia.
Lidia: por favor Ludmila decime ¿qué hora es?
Ludmila: las siete.
Lidia: ¿te conté lo que hice?
Ludmila: ¿a qué hora?
Lidia: más o menos a las cinco.
Ludmila: (aparte) a las cinco.
Luisa: (aparte) a las cinco.
Ludmila. No, Lidia, ¿qué hiciste?
Lidia: lo de Horacio, ¿no te lo conté?
Ludmila: no lo recuerdo Lidia, ¿de qué hablas?
Lidia: no lo tengo demasiado claro, (a Luisa) ¿vos?
Luisa: (al público) yo tengo completamente claro mi lugar en la historia.
Yo, no soy mujer que se niegue a sí misma las obviedades del caso, cualquier caso.
Yo siempre creí que si fuera necesario mentirme, no lo haría.
Yo, Luisa no importa qué en este momento, tengo completamente clara mi incidencia en la vida de Lidia y  Ludmila.
(Luisa prende el tocadiscos. Suena La primavera)
Lidia: (apartada de Luisa y Ludmila) Lidia, ¿vos no entendés? ¿Qué es lo que no entendés? ¿Qué es lo difícil Lidia? Por Dios. No sos mujer de ver claramente las cosas, pero esto se cae de la rama, tenés que hablar Lidia./ No, no, no./ Lidia, vos decís siempre la verdad, eso Luisa y Ludmila lo saben perfectamente. Te van a entender./ No, por favor, no les digas./ No hay por qué preocuparse Lidia, tranquila Lidia, ¡tranquila!... ¡tranquila! (enloquece y se toma a golpes)
Ludmila: Luisa, hacé algo, no ves que se descompensó, se descompensó otra vez. (Luisa simula dirigir una orquesta) Nunca te importó nada ¿eh Luisita? Te cagás en todo. Te cagás en ella que te quiere, te cagás en mí, que no te quiero. Te cagás en vos, que te querés demasiado. Demasiado Luisa, demasiado. Tanto que da asco, intenso, insoportable. Luisa, sos realmente insoportable.
(Ludmila detiene la música)
Luisa: Lidia tiene problemas de equilibrio Ludmila, vos lo sabés muy bien, ni yo, ni vos podemos ayudarla con eso. Ella se siente mal por lo que hizo y no va a poder soportar esa culpa mucho tiempo más, y está bien que así sea. Hay que pagar Ludmila. Pagar.
Ludmila: sabés perfectamente que Horacio no la quería. No era justo que Horacio invirtiera su vida en un café con leche con tostadas cada mañana y un coñac a las cinco de la tarde.
Luisa: (aparte) un coñac a las cinco de la tarde.
Lidia: (aparte) un coñac a las cinco de la tarde.
Ludmila: Él merecía otra cosa, sin duda. Horacio no era eso que era para Lidia. Fue muy bueno lo que pasó. Muy bueno. Muy bueno para él. Muy bueno para todos.
(Ludmila prende el tocadiscos. Suena La primavera)
Ludmila: ¡ah! La primavera. ¡Qué felices hemos sido juntas y qué felices seremos hasta que la muerte nos…no, ni siquiera la muerte!
Lidia: Todo fue menos lento de lo que había previsto. Apenas…un instante.
Ludmila: ay, callate un poco Lidia.
Lidia: a mí no me hacés callar.
Ludmila: a mi no me hacés que no te haga callar.
Luisa: ¡a mí no me hacen escuchar esta estupidez! (al público) Se estarán preguntando muchas cosas. Quién es Horacio, qué pasó con él, por qué pasó, quién hizo que pasara lo que pasó con él. Sobre todo eso,  quién hizo que pasara lo que pasó con él. De ahí se desprenderá, quién dice la verdad, quién es lo que dice ser, quién aparenta ser lo que no es. Los compadezco. (ríe)
Ludmila: (al público) es considerablemente mejor que no se pregunten nada. No podrán responderlo antes de que sea dado en la escenificación de la historia. Quién miente es lo de menos. Todas decimos la verdad. Puntos de vista. Convencimientos íntimos. No vale la pena tensar, ni esforzar. La verdad llegará, cuando sea dado. No antes.
Lidia: (al público) podrían deducirlo. Imaginarlo./Eso, sólo los llevaría a experimentar una suerte de euforia, cuando la verdad sea develada y coincida plenamente con lo que han imaginado. /¿Y si no?/ desazón. Extremos. /Un riesgo grande: euforia o desazón, ¿sin  intermedios, ni matices?/ Si la verdad coincide con vuestra previa deducción, se experimentará, luego de la euforia, cierta decepción. Sentirán que no fueron desafiados, no experimentarán placer, ni emotivo, ni intelectual. No servirá. Si no coincide, luego de la desazón, vendrá la felicidad suprema de lo inesperado. Si lo inesperado es mejor de lo que habían imaginado, habrá valido la pena, /¿pero y si no?/no.
(suena La primavera)
Adagio.
( baja la música)
Lidia: es raro, a nadie le gusta el verano.
Luisa: muy pesado, muy…denso.
Lidia: no, no creo que sea eso.
Luisa: a ver.
(Lidia pone El verano de Vivaldi en volumen muy bajo y va subiendo hasta el monólogo de Lidia)
Ludmila: no estoy de acuerdo, a mí me gusta.
Lidia. sin embargo nunca lo decís.
Ludmila: hay tantas cosas que me gustan y no las digo. Y que no me gustan y las digo. Y que no me gustan y no las digo. Y que me gustan y también las digo. Las cuatro estaciones de Vivaldi, concierto; he ahí su único defecto. Un concierto implica un solista que se destaque entre los demás instrumentos, que tome rumbo propio, digamos, que ejecute una melodía diferencial. Algo que sólo ese músico toque en esa circunstancia y nadie más que él. Será el recordado sin duda alguna, pesará más que le resto. Personalmente, prefiero cierta característica de la forma musical llamada “Concerto grosso”, “Il concertino”, un grupo de solistas, un “grupo” de solistas repito, destacados del resto, del TUTTI, pero un colectivo. Ninguna individualidad, ninguna soledad, ningún egoísmo, ninguna altivez.
Luisa: ya entiendo por donde viene lo que decís.
Ludmila: muy bien Luisita, siempre tan p…perspicaz. Digo, que sin duda la melodía ejecutada por el colectivo es más, rica, saludable, valiosa.
Lidia: bueno, volviendo al tema, a mí también, hay cosas que no me gustan, pero debería decirlas.
Luisa: a ver Lidia.
Lidia: soy Lidia no importa qué en este momento y confieso, tengo la culpa de todo. /Soy Lidia no importa qué en este momento, soy inocente. Lo juro. No podría ni cruzarse por mi mente semejante cosa./ Pude planear eso y podría planear acciones más siniestras. /Soy plenamente incapaz de dañar. Por eso sé que no tiene consistencia amenazar con la venganza. Ni Luisa, ni Ludmila tienen algo que temer./ La venganza será fatal para quien la merezca. /Pero Lidia, si recién confesaste haberlo hecho, yo te escuché./Callate, ¡mosquita muerta! /Pero Lidia/ ¡pero lLidia nada! /Pero…/te callás, Lidia te callás. Es insoportable soportarla. /Insoportable soportarla.
(Ludmila sube el volumen. Suena El verano. Cada una, apartada de las demás, simula dirigir una orquesta. Ludmila detiene abruptamente la música)
Ludmila: Lidia, ¿por qué lo hiciste?
Lidia: ¿por qué hice qué?/ porque estaba harta, porque me había dado cuenta de todo/ no, no les cuentes/ y por cierta cuota considerable de placer./ Todo fue menos lento de lo que había previsto/ ¿y eso qué tiene que ver?
Ludmila: pero Lidia, Horacio no lo merecía.
Lidia: ay Ludmila, ¿me vas a decir a mí? Ya sé que no lo merecía/ por eso quiero descubrir la verdad. Y castigar
Ludmila: ¿Castigar Lidia? ¿A una de nosotras? ¿A tus antiguas amigas de la infancia? ¿A los otros dos tercios de lo que sos?
Lidia: a la más hija de puta entre las dos, me importa poco quién sea. (Aparte) Mucho menos lento. Mucho menos lento.
Ludmila: ¿qué forma de hablar es esa Lidia?
Lidia: no sé de qué hablás.
Luisa: habla de que…de que…de lo que ya sabemos Lidia. Habla de lo que ya sabemos. Basta de darle vueltas al asunto. Cada una sabe la implicancia que tuvo en la vida de Horacio y sobre las demás por consiguiente. Yo…yo no voy a quitarme créditos. Tuve que ver. Sí, tuve que ver, no me miren así. No me interrumpan. Yo lo hice. Y lo hice por…por…bueno, no tengo claro por. Lo importante es que el asunto está develado. Punto. ¿Qué venganza tenés para mí Lidia?
( Luisa sube el volumen de la música. Suena El verano. Baja para dejar hablar a Ludmila)
Ludmila: (al público) Horacio no era un mal hombre. Pero hay que saber cuidarse del Concertino. Siendo amigas desde la infancia y sin habernos separado nunca, hemos generado lentamente, imperceptiblemente, una personalidad global, compleja y completa; imperfectas por separado, cada una no llega ni a mujer, pero entre las tres cubrimos todas nuestras carencias, no quedan flancos débiles. Ejecutamos una melodía colectiva. Si una deja de tocar, ya no se escucha la misma melodía. Ojo. Cada una aporta su “ejecución propia”, digamos, que funciona para el colectivo. Es un atractivo más que considerable. Ese es el fondo del asunto, el problema, si es que lo hay. Il concertino. Horacio era un hombre como cualquier otro. Justamente. Justamente.
Lidia: ¿estás queriendo insinuar que yo no era suficiente para mi marido? Pedazo de una guacha de mierda, /¡Lidia! No hables así. Luisa, no entiendo en qué decís que tuviste que ver. Contestame Luisa/ Contestá atorranta, ¿vos también? / Porque yo ya sabía que Horacio se acostaba con Ludmila, siempre lo supe, desde antes de casarme y está bien, yo entendía/ que ella aceptaba estar arriba, en cuatro, hacer “oralidades”, placeres que yo nunca accedería a darle/ Eso era un pacto, pero Luisa, vos no tenías por qué.
Ludmila: ay, callate un poco Lidia.
Lidia: a mí no me hacés callar.
Ludmila: a mí no me hacés que no te haga callar.
Luisa: a mí no me hacen escuchar esta estupidez. Yo fui la primera en acostarme con Horacio. Y yo lo hice.
Lidia: ¿qué?/ ¿Pero no le alcanzaba con la perra de Ludmila?
Ludmila: yo nunca me acosté con Horacio. Y yo lo hice.
Lidia: ¿eh?/ Yo lo hice.
Ludmila: todo cierra. Las piezas encajan y cobran sentido. Horacio buscaba un hijo de Lidia, por eso no tomabas anticonceptivos, por eso sólo se acostaba contigo a la misma altura del mes todos los meses, idiota.
Lidia: ah.
Luisa: encontraba en mí… placer, nada más complicado que eso. Yo nunca quise compromisos, menos que menos hijos, cualquier hijo de ustedes, sería como mío. Alcanzaría.
Lidia: pero… ¿y vos Ludmila?
Ludmila: pequeño detalle, Horacio era un hombre, no era un perro. Yo le proporcionaba… placer…intelectual. Lecturas, charlas literarias, audiciones de Vivaldi, compartíamos escritos.
Lidia: ¿Horacio escribía?
Ludmila: ay Lidia, ¿dónde estuviste todos estos años? Vamos a hacer de una vez lo que hace rato tendríamos que haber hecho.
(Ludmila cambia la música. Suena El otoño de Vivaldi)
Lidia: ay Ludmila, nunca pensé…
Ludmila: ay, callate un poco Lidia.
Lidia: a mí no me hacés callar.
Ludmila: a mí no me hacés que no te haga callar.
Lidia: a mi no me hacen escuchar esta estupidez.


Allegro.

(Suena El otoño de Vivaldi mientras cargan el cuerpo amortajado de Horacio, con suma dificultad. El traslado del cuerpo es una danza que enfatiza la dificultad de cargarlo. La música se interrumpe para los diálogos)
Lidia: nunca lo pensé de vos Luisa.
Luisa: mirá Lidita querida, me parece mucho menos humillante que yo le dé a tu marido lo que vos asumís que no le das, que que él te subestime de modo tal que ni siquiera te considere digna de leer sus escritos. Agujero tenemos todas, pero cerebro…
(suena El otoño)
Lidia: entonces yo no era suficiente desde ningún punto de vista.
Ludmila: bueno, yo para las tareas de la casa…
Lidia: ¡¡andá a cagar!! Reventada intelectual. /¡Lidia! No es el momento. Sí, sí, perdón.
Ludmila: además con tu problemita…
Lidia: ¿qué problemita enferma del orto? /Tu problemita Lidia, tu problemita. Ah, claro, mi problemita.
(suena El otoño)
(silencio)
Lidia: por lo menos concédanme la dignidad de haberlo matado yo. Denme un lugar de privilegio en su vida.
Luisa: en su muerte, querrás decir. ¿Qué vamos a hacer con él?
Ludmila: descuartizarlo, quemarlo y tirarlo al río, de todas maneras, no tenía contacto con amigos, ni parientes, nadie lo va a reclamar. Vamos. Si quieren cada una puede guardarse un trocito.
Luisa: ¡Ludmila!
(suena El otoño)
Lidia: bueno, pensándolo bien, ustedes no tienen por qué sentirse mejor que yo. Si alguna de ustedes hubiera colmado realmente a Horacio, Horacio no hubiera buscado a otra, a otras.
Luisa: era todo lo que había y Horacio era ambicioso. Desde que nos alquiló la pieza, se le notaba en  los ojos, nos quería a todas.
Ludmila: para eso, buscó lo mejor de cada una, lo que faltaba en las otras dos. De todas formas, yo no aspiraba a colmarlo.
Luisa: ah no, yo tampoco.
Lidia: bueno, yo sí, pero…de todas formas/ él a mí tampoco me colmaba. Por eso decidí acabar con su vida.
(suena El otoño)
Lidia: (al público) Yo, Lidia no importa qué en este momento, decidí matarlo. Y así lo hice. Alfredo, el boticario/ a cambio de servicios de limpieza/cedió a  venderme un veneno de venta prohibida a público en general. Un veneno, que daría la sensación de que la causa de la muerte fue un paro cardíaco. Y así fue/ A las cinco de la tarde/  ¡cinco y cinco! /Es lo mimo/ hora en la que religiosamente tomamos el coñac, vertí el veneno en la copita destinada a Horacio. Tuve la precaución de hacerle una marca de esmalte,
Ludmila: ¿una marca de esmalte?
Luisa: (aparte)  una marca de esmalte.
Lidia: Una marca de esmalte, para no confundirla. / Minutos después de ingerir el primer sorbo/ ¿minutos cuántos? /Eh…no sé exactamente/ Bueno seguí, estúpida. /Cayó redondito. Nosotras no llegamos ni a probar una gota. Y yo ni imaginaba lo de Luisa, ni me importaba lo de Ludmila…/¡mentís!/ Eh…callate /¡no! mentís descaradamente…/silencio, no es el momento.
Ludmila: ¿no es el momento?
Luisa: ¿el momento de qué?
Lidia: el momento de decir que yo hacía el amor con él de todas las maneras que lo quisiera él y lo quisiera yo / yo no eh/ callate,  sin negarnos nunca a nada. Después, él me mostraba cómo iban sus escritos. Por cierto, que sí sé que Horacio era un gran escritor. Yo, por mi parte, le leía los míos…¿asombradas? No se confía en las amigas de la infancia, aprenden mucho de una, demasiado. Horacio se encariñó tanto con ustedes…la convivencia…yo las veía tan…tan…frustradas con la vida en general…con los hombres en particular…decidimos hacer un poco de caridad…una obra de buena voluntad: hacerles creer que eran necesarias para él de alguna manera, que un hombre, al menos uno, gustaba al menos de la aparte más destacada de cada una de ustedes. Así todos conviviríamos en completa cordialidad / ¿por qué tuviste que decirlo? Era un secreto, son mis amigas, no quiero herirlas/ ¡me importa un huevo! Es la verdad, no podés quedar siempre como la imbécil lavaplatos de la historia. Por cierto, el favor al boticario no fue un servicio de limpieza.
(suena El otoño)



Acto segundo.

Allegro.

Ludmila: ¿eso será verdad?
Luisa. Puede ser.
Ludmila: y la mosquita muerta, la otra Lidia, digo, ¿lo sabría?
Luisa: saberlo lo sabía, no sé si participaba del asunto.
Ludmila: es Lidia de todas formas, ¿no?
Luisa: y sí.
Ludmila: Luisa…¿nunca leíste sus escritos?
Luisa: (asiente) también los leíamos después de hacer el amor. Yo también escribo. Y me gusta Vivaldi. Y me encanta El invierno.
Ludmila: lo siento. Ahora hay otoño. De contra nomás. (Simula dirigir una orquesta)
(entra sutilmente El otoño y va subiendo hasta el monólogo de Ludmila.)
Ludmila. También yo lo hacía antes de leerlos. Y también escribo.
Luisa: ¿por qué mentiste?
Ludmila: por Lidia, no quería que se sintiera insignificante desde todo punto de vista.
Luisa: fuiste dura igual, agujero tenemos todas, pero cerebro…
Ludmila: ya vez que lo tiene
Luisa: atrofiado.
Ludmila: un detalle.
Luisa: Ludmila…yo pacté con Horacio exactamente lo mismo que Lidia.
Ludmila: me imaginé, porque yo también. ¿Por qué lo mataste?
Luisa: ¿qué? ¿me creés?
Ludmila: te ví.
(se detiene la música)
Luisa: ¿me viste? podrías haberlo dicho antes y terminábamos con todo.
Ludmila: (al público) yo, Ludmila no importa qué en este momento, la ví entrar a las cinco menos cinco a la cocina, con un diminuto frasquito que contenía un líquido negro. Lo vertió en una copita, la de la punta izquierda de una fila de cuatro copitas
Luisa: sí, la de la punta izquierda.
Lidia: ¿la punta izquierda?
Ludmila: Salió fríamente, como si ese siguiera siendo el coñac de siempre. ( a Luisa) Qué frialdad querida, impresionante, pero no sorprendente, siempre fuiste la misma maquiavélica. ¿También te acostaste con el boticario?
(suena El otoño)
Luisa: claro Ludmila…hace años que me acuesto con Alfredo.
Ludmila. ¿Qué? ¿Qué acabás de decir?
Luisa. No me digas qué…
Ludmila: ¡Lidia! ¡Lidia! Vení ya, para acá.
Lidia: ¿qué mierda querés?
Ludmila: ¿hace cuánto que te acostás con Alfredo?
Lidia: años. ¿y vos?
Ludmila: años.
(suena El Otoño. Simulan dirigir cada una orquesta de idéntica manera)


Adagio.

Entre las tres: una vida/ una/ una/ tres.
Tres vidas/ tres/tres/ una.
La salida de la norma de una implica la salida de las otras dos/
No hay ruptura de norma por lo tanto/
Un complejo complejo/ indiferencias/ in- diferencias/ la falta de diferencias/
Una personalidad común/ la falta absoluta de personalidad/
Tres sendas transitadas por tres/ tres tristes tigres/ tigras/ tristes/ tres/
Cada tercio del todo triplica la acción/ y entonces la acción desparece/
La culpa también desaparece/ todas para una /y una para todas (ríen)
(danza con consigna “triplicado” con la música de El invierno de Vivaldi, la música baja sutilmente y cede paso al diálogo)
Luisa: tu acción no vale Lidia, porque yo también la realicé.
Lidia: ¿también echaste veneno?
Luisa: también.
Lidia: quise tener por una vez la diferencia, el privilegio de ser la única. Por eso decidí matarlo verdaderamente. Para haber hecho en la vida de Horacio/ en la muerte estúpida/ en la muerte, algo, que nadie más hubiera hecho/ y hasta en eso me cagaron/ Esto es terrible Luisa.
Luisa: tu acción no vale Lidia, porque yo también la realicé.
Ludmila: tu acción no vale Luisa, porque yo también la realicé. Entre las cinco menos cinco y las cinco y cinco, a las cinco. Idéntico frasco, idéntico veneno, la copita del extremo derecho de la fila de cuatro.
Luisa: el extremo derecho.
Lidia: ¿el extremo derecho?
Ludmila: Yo lo maté.
Lidia: yo lo maté.
Luisa: yo lo maté.
Ludmila: la acción queda totalmente invalidada.
(suena El invierno, permanece por debajo de la conversación muy sutilmente)
Lidia: sí, pero Horacio está muerto.
Ludmila: ¿y quién lo sabe?
Luisa: Alfredo.
Lidia: ¿se lo dijiste?
Luisa: sí, y ustedes también, a esta altura se presupone.
Las tres: (a la vez y con idénticos movimientos) yo creía que lo de Alfredo me diferenciaba del resto. Me hacía… única. Era un secreto absoluto, justamente, para que no fueran a hacerlo atrás mío. Y ni siquiera así pude lograrlo. A veces…tengo la sensación… de que nunca viví.
Ludmila: ¡ay  por favor!  No empecemos con el melodrama, nadie lo buscó, las cosas se dieron así. Las mejores amigas de la infancia. Escuela, secundaria, novios compartidos, cumpleaños compartidos, vacaciones compartidas, emancipación paternal compartida, convivencia en la adultez temprana y claro, ¿qué esperaban? Horacio, Alfredo y quien quiera que sea.
Lidia: ¿no hay manera de salirse?
Ludmila: mirá Lidita, por si no te queda claro, yo voy a reproducir cada paso que dé una de ustedes de acá al fin de los días.
Luisa: ¿y si alguna de nosotras no reprodujera los tuyos?
Lidia: (asustada) eso es imposible, nos nacen las mismas ideas, ya no producimos nada individual, planeamos los mismos mecanismos, ejecutamos un sistema complementario que funciona solo, hace mucho tiempo.
(silencio)
Las tres: hay que matar a Alfredo. ¿Les parece? ¡Claro que nos parece! Mañana lo hacemos.
(suena El invierno)
Allegro.

Ludmila: a todo esto, son las siete y media, y no hemos tomado el coñac de las cinco.
Lidia: ¿y te parece que estamos como para tomar coñac?
Ludmila: hay rituales que no deben abandonarse.
Luisa: ¿cómo cuáles Ludmila? ¿Pedirle a nuestros padres que nos compren la misma blusa que a vos, aunque en otro tono? ¿Negarnos a merendar hasta que nos dejen merendar siempre juntas? ¿Hacernos el mismo vestido de quince? ¿Rogarle al chico que nos gusta que bese a nuestras amigas? ¿Rogarle al chico que le gusta a nuestra amiga que nos bese? ¿Leer obligatoriamente los libros que hayan leído las otras? ¿Etc.? ¿Etc.?
Ludmila: no me digan que no lo hacían con entusiasmo, que no les divertía.
Luisa: sí, pero todo tiene un límite.
Ludmila: ¿y cuál es?
Luisa: este.
Ludmila: no lo veo.
Luisa: este es nuestro último coñac. Mañana terminamos con Alfredo y nos separamos para siempre.
(alternan histéricamente los comienzos de El invierno y La primavera)
Ludmila: no van a poder.
Lidia: sí, vamos a poder, esto no se sostiene más.
(Ludmila le pega una cachetada a Lidia)
Ludmila: no van a poder.
(Lidia le pega una cachetada a Ludmila)
(silencio)
Luisa: vamos Ludmila, el último coñac.
(se sientan a tomar el coñac. Levantan las copitas para brindar. Una queda en la mesa)
Luisa: brindo, por el sano fin de una larga y profunda amistad.
Lidia: por el sano fin de Horacio y el futuro sano fin de Alfredo/ ¡ay Lidia!/
Ludmila: por el imposible fin de nuestro natural y perfecto concertino.
Luisa: pero Ludmila, por favor…
Lidia: ¡es su brindis! Respetalo.
Ludmila: ¡cantemos La primavera!
Luisa: no.
Ludmila: sí.
Luisa y Lidia: ¡no!
Ludmila: por última vez, como…un regalo de despedida.
(entonan La primavera. Lidia y Luisa  sin ganas. Ludmila con gran entusiasmo)
Ludmila: salud.
(acercan las copas a la boca)
Luisa: (señalando la copa de Ludmila) ¡cuidado!
Lidia: tiene la marca de esmalte.
Ludmila: gracias. Estuvo cerca.
(mientras Ludmila cambia la copa Luisa y Lidia beben, una la copita de la  punta izquierda, otra la de la punta derecha y en instantes caen muertas. Suena El invierno.)
Ludmila: (respirando hondo) ¡qué suerte tuviste Alfredo!No me va el rol de solista. Es demasiada…responsabilidad. Hay cosas que nunca cambian. Por il concertino. Salud. (vuelve a cambiar la copita y bebe de la que tiene la maraca de esmalte. Cae muerta. Suena La primavera)

(APAGÓN)
(Se levantan. Saludan. Se despiden. Salen. Imperceptiblemente se sientan en platea)

Escena 7.

(jugando al juego de la copa)

M: espíritu santo ¿estás ahí?
3: sí.
H: tú has dicho eso.
3: ¿quién? ¿yo?
H y M: sí, tú.
3: yo no.
H y M: ¿pues quién?
3: pues…el espíritu santo.
H: el espíritu santo eres tú.
3: entonces he sido yo.
M: no se puede jugar con ud.
3: con la religión no se juega.
H: ¿y acaso tú eres la religión?
3: sí.
H: hubiera jurado que eras la vecina de enfrente.
3: ¡ya basta de tonterías! ¿no se dan cuenta que no hay vecina de enfrente? No hay nada de nada. Tampoco hay nada en las calles, ni nada en ningún sitio.
H y M: ¡oh!
3: soy la vecina de enfrente y he venido a informarles que no soy la vecina de enfrente, soy el espíritu santo y he venido a informarles que el mundo se ha acabado.
H y M: ¿ya?
3: uds. no lo han advertido ya que nunca han salido de aquí una vez que han entrado, hace…exactamente…
H: 150 años.
3:correcto. Pues bien, ya nada queda afuera y es hora de que se marchen junto a los demás.
(H y M se van yendo, pero son retenido por 3)
3: no sin antes firmarme los títulos de propiedad de la casa y colocarlos a mi nombre, delegado de Dios. Los he traído preparados. Tan solo firman por aquí. Gracias y apuraos, Dios los espera a cenar.
H: ¿aloz?
3: lo que uds. deseen. Adelante.
(3 en soledad, suspira aliviado, coloca los pies sobre la mesa y sobre ella un cartel con la leyenda “Se alquila”)

Escena 8.

(suena el timbre. 3 abre. Entran H y M)

H: disculpe…desearíamos alquilar esta casa…ya que…nos recuerda mucho a la nuestra…verá…nos han engañado y hemos quedado en la calle.
3: para eso estamos. ¿Cuánto tendrían para ofrecer?
M: ¡oh! Todo cuanto tenemos.
3: muy bien, firmen por aquí..”todo lo que tenemos queda en manos de….muy bien. Y…¿cuánto es todo cuanto tienen?
H: pues…nada.
M: pero ya firmamos no.
3: pues me marcho
H: no..no se marche a esta hora…
M: ¡cenemos!
(H lee el diario)
H: ¡oh! Presta atención querida: “ingenioso delincuente, mejor conocido bajo los nombres de Enfrente Vecina de y Santo Espíritu, se aprovecha de la ingenuidad de ancianos faltos de lógica y completamente estúpidos, hasta apoderarse de sus propiedades.
(3 ha comenzado a huir sigilosamente)
H: ¡un momento! No huya de esa cobarde manera.
M: no tema, aquí está a salvo. Conocemos perfectamente a ese delincuente.
H: no podría engañarnos otra vez.
3: ¡cenemos!
H y M: ¡cenemos!

Escena 9.

3: comienzo a sospechar de ustedes.
H: ¿de ella o de mi?
3: de ustedes.
M: ¿usted es…?
3: soy la vecina de enfrente y…
H y M: (aterrorizados) el peligroso delincuente.
3: no, no, no, otra vecina de otro enfrente.
M: mmmm sospecho que intentas confundirnos. ¿cómo es que te  llamas “vecina” y eres hombre?
H: ay Nicolás ¿eso qué tiene que ver?
M: cierto. Sentémonos a la mesa. (se sientan arriba de la mesa)
H: (luego de un silencio) oh, creo que algo no está funcionando bien...
M: está bien. Usemos la mesa como lo que es y cenemos.

Escena 10

3: me temo que…ya se me ha ido el apetito.
H: pues ve a buscarlo. (ríe)
3: me temo que…ya no me hacen gracia sus bromas.
M: bueno, listo, no haremos más bromas. (adoptan una actitud seria y permanecen callados por un rato)
3: eh…bueno, contaré un chiste. Madre, madre, no me haga licuado, no me haga licuado, no me (simulando estar dentro de una licuadora) blublbublbubb…
(permanecen totalmente serios)
3: (girando con un pie inmóvil en el piso) madre déjame salir a jugar, madre déjame salir a pasear, déjame. (con voz de madre) Cállate o te clavo el otro pie.
(permanecen totalmente serios)
3: bueno, no me sé ningún otro.
(ríen a carcajadas)
3: ( en un ataque de nervios) basta, no los comprendo. Retírense de mi casa.
M: ¿sin cenar? De ningún modo.
3: bueno, cenemos
M: iré por la comida (sale hacia la cocina)
H: creo que es hora de decirle que ya no la amo.
M: (entrando con la comida) bueno…
3: ya no te ama.
(M deja caer la comida)
H: yo iba a decírselo.
M: él iba a decírmelo.
3: bueno, dícelo.
H: mmm creo que no está preparada.
M: sí, está preparada,  pero se ha caído. Tendremos que cenar en el piso. Pero no es lo importante ahora. Ya escuché lo que me dijo.
H: ¿qué te ha dicho?
M: ha dicho que ya no me amas.
H: él puede estar mintiendo.
M: ¿estás mintiendo?
3: no.
H: aún puede estar mintiendo.
3: todo lo que digo es falso.
(silencio)
M: no vale.
H: es cierto, no vale.
M: ¡si esa frase es verdadera, es falsa y si es falsa, es verdadera! También nosotros podemos hacerlo. Oye. La próxima declaración de mi marido será falsa.
H: mi esposa ha dicho la verdad.
(se abrazan festejando)
3: brillante. Los felicito. Cenemos.
M: un momento
(se detienen)
M: gracias, continúen.
H: no es gracioso, ya lo hice.
3. basta, cenemos, ¡cenemos!, ¡cenemos!.
(se sientan en el piso rodeando la comida caída)
3: ¿en qué ha quedado la conversación acerca del fin de vuestro amor?
H: mi amor, ya no te amo.
3: pero le dices “mi amor”, no tiene sentido.
M: silencio.
H. ya no te amo.
M: ni yo a ti.
H: bueno, entonces, cada uno por su lado.
M: cada uno por su lado.
(M sale por lo que se haya tomado como puerta al exterior y H por lo que se haya tomado como entrada a la cocina. H vuelve a entrar)
H: je, no se sale por ahí.  Qué tonto, je je.
(antes de que H salga entra M)
M: oh, he venido a avisarte que no se sale por ahí.
H. lo sé. Bueno…¿cada uno por su lado?
 M: cada uno por su lado.
(salen al revés que la anterior salida y sucede lo mismo, con el mismo diálogo invertido. Cuando arrancan de nuevo en direcciones contrarias 3 explota)
3: ¡basta por favor! Es evidente que tendrán que salir por el mismo lado, mal que les pese. En la puerta se separan.
H: oh, claro.
M: sí, sí, evidente.
(arrancan abrazados hacia la puerta de la cocina. Demoran)
3: ¿qué demonios están haciendo?
H y M: ¡la cena! (saliendo) no, era broma, ya nos vamos. (salen por la puerta correcta. Entrando) no, era broma, ¿cómo nos vamos a ir? Prepararemos la cena (entran a la cocina. Saliendo) esta vez te la has creído, ya nos vamos (salen. Entrando) pero qué credulón resultaste, no te vamos a dejar sólo para la cena (comienza a bajar lentamente la luz. Siguen entrando y saliendo hasta que la luz baja del todo. Sube la música, sólo se ven las entradas y salidas. 3 inmóvil en el centro, mira al vacío)

(APAGÓN)
Escena 8
(Alicia aplaude de pie. Mientras los actores y el director saludan)
Julia: no. No. No aplaudas Alicia. Yo siento que es una verdadera injusticia. Esta pobre pareja, embaucados por.. por.. por vos Pedro, vos invenaste todo eso, vos..que sos un.. un… un embaucador de primera clase. Pedro...me embaucó..me embaucó..eh..¿está bien usado no?..el término..”embaucó” digo… si significa más o menos eso que se supone que estoy diciendo.
H: oh bueno, verá, sí, mayormente que sí. Es una aplicación adecuada del vocablo. En efecto.
M: (naturalista) ya terminó la obra Robert.
H: lleva tiempo quitarse el personaje de dentro amor
M: Yolanda.
H: Querida
M: Yolanda
H: Yolanda.
M. Yolanda
H: Vo.
M: ta.
H: ¿ta qué mongólica? No te soporto.
M: pero lamentablemente nos tocó trabajar juntos así que…
P: bueno, bueno, basta., todas la funciones lo mismo.
M: (adoptando personaje) ciertamente, la única manera de relacionarnos decentemente es en calidad de personaje.
H: (adoptando personaje) ¡cenemos!
(los nueve se sientan a la mesa)
9: ¡cenemos!
(secuencia en fotos de la cena. Durante la secuencia se ve a Pedro seduciendo a Alicia y a Julia alternativamente. H empieza formar parte del juego seduciendo a Alicia y  a Julia, en infinitas combinaciones. Las actrices de “Il concertino” juegan a las cartas con la vecina de enfrente.)
J: ¡hay qué divino! ¡la promiscuidad el teatro!
Y: bueno, me voy
R: cómo te cortás, soreta.
M: bueno, me voy
H: oh, me iré contigo amor.
V: no sin antes firmarme los títulos de propiedad… perdón, me confunden, me confunden.
P: ¿Saben qué? Me tienen harto. No quiero saber nada, ni contigo Alicia, ni contigo, Julia, he decidido quedarme con Jéssica (Jéssica es Luisa en “Il concertino”, lo acepta como con desgano).
R: bueno, yo estoy a disposición (todas las demás mujeres se le tiran encima y  lo atomizan contándole las cosas que les gustan. Robert enloquece.)

Escena 9
P: por suerte Yolanda, nos une una misma pasión, el teatro, yo creo que siempre es importante que a una pareja la una una misma pasión.
J: sin duda Pedro, tenés toda la razón. Pienso exactamente lo mismo.
P: bueno, de todas formas, no creo que sea bueno coincidir en todo ¿no?
J: eh…no, no claro, yo no digo en todo.
P: claro, pero yo tampoco digo en todo, y eso hace que coincidamos en otra cosa y eso ya se torna peligroso:
J: ay, Pedro qué complejo.
P: bueno, sin duda no hay amor sin complejidad.
J: sí, sin duda.
P: pero Jéssica, hacé un esfuerzo por discrepar.
J: discrepo, discrepo
P: Jéssica, odio que me contradigan.
J: pero si yo no te contradije.
P: pero la puta madre.
J: pero la puta hija. Yo qué sé.
P: ta, Jéssica, esto no puede seguir así
J: ¿y de otra forma?
P: tampoco.
J: entonces ¿para qué decís “Así”?
A: él siempre dice cosas que disfrazan la verdad
J: cosas que parecen pero no son.
Las demás: en cambio Robert.
R: no, no gracias, Pedro es el ejemplar indicado.
P: en modo alguno, Robert es el tipo adecuado.
(todas corren de Robert a Pedro)
J: (deteniéndose) ¡ha surgido una idea singular!
P: y sí, si es una.
J: Atención: tomemos una escenita breve, por ejemplo esta (una escena de Florencio Sánchez) perfecto, que Pedro dirija una versión y Robert otra.
(se parte el escenario en dos, una mitad para la escena que dirige Robert y otra para la de Pedro)
Escena 10
( Ensayan.)
R: bueno, comenzaremos con una lectura del texto, respetando la puntuación y no nos moveremos de las sillas hasta que el texto no esté dicho como debe ser.
P: bueno, vamos a arrancar, dejándonos llevar por lo que los nombres de los personajes nos sugieran. Yo voy a poner una música y uds…uds…uds…vuelen.
(secuencia con música donde las acciones evidencian lo autoritario que es Robert y lo “vanguardista” que es Pedro)
P: che, ¿les pinta compartir los trabajos?
R: bueno, en realidad sólo podemos mostrar el comienzo. El resto aún no lo hemos tocado.
P: ah, bueno, nosotros por ahora tenemos un trabajo motivado por lo que el texto despertó en el interior de nosotros, pero no específicamente una escena.
R: mmmm, bueno, comencemos: (escena uno de cualquier obra de Florencio Sánchez o algo así, bien naturalista, tal cual)
P: ay, demasiado ceñido al texto, yo opino que hoy en día el texto debe ser dejado de lado, no necesariamente totalmente, pero que no tenga más peso escénico que una luz, un color, un sonido, una pestaña…
R: el texto es la piedra primitiva y debe respetarse en todos sus detalles, punto. Muestren lo suyo.
(muestran una cosa surrealista que no tiene nada que ver, con música, danza y objetos extraños)
P: bueno, en eso estamos, no sé cómo vamos a concretarlo, pero…
R: sin duda ustedes quieren la muerte del arte.
P: no, el arte hasta hoy estaba muerto, nace en estos momentos.
Las mujeres: esta es una discusión sin sentido.
P y R: y qué discusión no lo es?
Las mujeres: ésta
P y R: esta es una discusión sin sentido
Las mujeres: ¿y qué discusión no lo es?
P y R: ésta
Las mujeres: esta es una discusión sin sentido
P y R: basta
Las mujeres: basta ustedes
P y R: basta ustedes
Las mujeres: basta
P y R: ta, en serio
Las mujeres: ta, en serio
P y R: cortenlá
P y R: cortenlá
(permanecen en silencio todos enojados)

R: bueno, propongo un brindis por este buen momento, en el bar de la esquina.
A: sííííí.
Y: cagaron todo el juego, bueno, vamos
P: yo me voy a casa, Alicia, hacé lo que quieras.
A: voy al bar.
J: yo prefiero ir a dormir.

Escena 11
(en el bar, Robert, Alicia y Yolanda, mamados)
R: bueno, vamos Yolanda.
Y: sí, vamos, fue un día largo.
A: una más.
R: no, no, nos vamos yendo.
A: pide otra. (Fondo blanco)

( Alicia  borracha en una mesa de bar)

P: (entra llorando) Alicia. ¿Otra vez? Esto no puede ser. Habías prometido que no ibas a pisar nunca más un bar.
A: pero mi amor, es una escapadita nomás. Ya me estaba yendo.
P: ¿con el vaso lleno?
A: bueno, en un ratito.
P:  no puedo tolerarlo más. Estamos en la ruina y vos, te gastás el sueldo en el bar. Te espero con la casa limpia, se me enfría la cena. Me preocupo Alicia, me preocupo. Pienso que te pasó algo. Estoy harto de esto. De tus promesas, de tus mentiras. Ni siquiera hijos me querés dar. Con esos pensamientos modernos de que no vale la pena, de que la vida de uno es de uno…( se superpone Alicia) y que además es una y que el mundo está como está porque la gente sigue pariendo impunemente y nadie le pregunta al niño si quiere venir o no al mundo (Alicia seria y con entusiasmo, Pedro burlón) (la acomoda y la arrastra fuera del bar)
A: tomate una conmigo mi amor, compartí mis momentos, dejá las cosas de la casa para mañana.
(va bajando la luz.)
                                                                                                                                 (APAGÓN)

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